martes, 31 de julio de 2012

Tan cerca que su aliento me hacía cosquillas en los labios.
Y entonces le besé. Mis labios rozaron los suyos en una caricia suave, controlada. Incluso en ese momento, no pude evitar analizar la situación, preguntarme cómo reaccionaría él y qué pensaría de mí, contar los segundos que pasaban desde que nuestros labios se tocaron hasta que él abrió los ojos.
Me sonrió y habló con suavidad, pero también con aire burlón.
-¿Eso es todo?
Volví a posar mis labios en los suyos, pero esta vez el beso fue muy distinto. Fue un beso que valía por seis años, un larguísimo instante en el que sus labios cobraron vida bajo los míos y saboreé en ellos el deseo. Por primera vez en mi existencia como ser humano, mi mente no se separó de mis sentidos, no se puso a componer la letra de una canción o a memorizar la situación para reflexionar más tarde sobre ella.
Por una vez en mi vida,
estaba allí,
solo allí.
"Eres mi otra piel, mi cambio de estación. Yo broto para ti, florezco y muero al mismo tiempo"






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